Diversificación: crecimiento o supervivencia
Diversificar puede ser visto como palanca de crecimiento y de innovación constante pero hay ejemplos de cómo la diversificación ha supuesto la supervivencia o el fracaso estrepitoso de una compañía.
La diversificación es uno de los caminos más emocionantes y complejos que puede emprender una empresa. En el entorno empresarial actual, especialmente en el digital, depender de una única línea de negocio es un riesgo considerable. Las nuevas tendencias y tecnologías, la evolución del mercado y la competencia obligan a explorar territorios desconocidos para mantenerse relevantes. Sin embargo, aunque diversificar puede parecer una estrategia natural, no siempre es fácil y trae consigo una serie de desafíos que vale la pena tener en cuenta.
Una de las grandes motivaciones para diversificar es reducir la dependencia de una sola fuente de ingresos. Es común que empresas que empiezan a consolidar su actividad principal se planteen expandir su alcance hacia nuevos mercados o lanzar productos complementarios. La idea de apalancarse en las capacidades internas –como tecnología o conocimientos adquiridos– resulta tentadora. Sin embargo, aquí aparece el primer gran obstáculo: mantener el foco estratégico. Ampliar horizontes puede diluir la esencia del negocio si no se tiene clara la dirección hacia donde se quiere ir.
Pero, ¿cuándo es el momento adecuado para que una startup considere diversificarse? No existe una fórmula mágica, pero algunas señales pueden indicar que es buen momento para comenzar. Por ejemplo, cuando el producto principal ha alcanzado un alto nivel de madurez y crecimiento sostenido, y la empresa cuenta con una estructura operativa y financiera que le permite explorar nuevas oportunidades sin comprometer su actividad principal. También es clave que el equipo fundador se sienta listo para asumir riesgos adicionales, ya que la diversificación suele implicar un proceso de ensayo y error y volver a emprender (intraemprender). Sin esta estabilidad previa en la compañía, lanzarse a diversificar demasiado pronto puede convertirse en una distracción peligrosa que haga perder foco al negocio.
Otro de los grandes retos es la gestión del riesgo financiero. Para diversificar, hay que dedicar un presupuesto exclusivo para tener equipo con foco únicamente en esta diversificación y un presupuesto destinado a las necesidades para crear y crecer este negocio. No necesariamente hay que crear el negocio desde cero internamente, puede hacerse vía M&A y comprar o fusionarse a un tercero que ya lo hace (y posiblemente mejor o más rápido). Pero sea internamente o con un tercero, sigue siendo imprescindible tener un presupuesto propio para tener el foco que requiere manejar un nuevo negocio, aunque existan sinergias o apalancamientos en el negocio principal. Además, hay que asumir que invertir tiempo y dinero en nuevas áreas nunca garantiza un retorno inmediato. Que el negocio principal sea exitoso, esto no es garantía del mismo éxito en la diversificación. Muchas empresas subestiman los costes ocultos de estas iniciativas y, en el proceso, se enfrentan a tensiones presupuestarias. Además, entrar en mercados desconocidos puede llevar a encontrarse con competidores inesperados o falta de experiencia o recursos en ese sector lo que añade una presión adicional. La paciencia y la capacidad de gestionar esta incertidumbre se convierten en aliados indispensables.
A nivel interno, diversificar también puede generar fricciones. Las nuevas líneas de negocio traen consigo dinámicas operativas distintas, que en ocasiones chocan con la cultura ya establecida. Lo que antes era un equipo cohesionado puede convertirse en un conjunto de departamentos que no siempre reman en la misma dirección. Requiere también aceptar velocidades y riesgos distintos. La gestión de personas y el alineamiento entre áreas se vuelve esencial para que todo funcione como un conjunto armonioso.
En paralelo, surge la necesidad de gestionar una mayor complejidad operativa. Cada nueva área implica ajustes en tecnología, procesos, marketing e incluso recursos humanos. No es raro que esta carga extra ponga a prueba la infraestructura de la empresa, ralentizando operaciones o generando cuellos de botella. Por otro lado, la comunicación con el cliente puede complicarse. Si la marca no logra transmitir un mensaje claro sobre qué ofrece y hacia dónde va, corre el riesgo de confundir a su audiencia y perder relevancia.
Finalmente, uno de los aspectos más complicados es mantener la motivación a largo plazo. La diversificación es un proceso que no siempre da frutos inmediatos. Requiere un esfuerzo constante de innovación y adaptación para que los nuevos proyectos tengan éxito y generen valor real. En muchas ocasiones, lo que parecía una gran oportunidad se convierte en un aprendizaje costoso, pero necesario, para encontrar el camino correcto.
La diversificación es mucho más que añadir productos o explorar nuevos mercados: es un ejercicio estratégico que exige equilibrio, visión y disciplina. Las empresas que logran diversificar con éxito son aquellas que no pierden de vista lo que las hizo fuertes desde el principio, pero que también se atreven a evolucionar. El verdadero reto está en encontrar ese punto medio entre explorar nuevas oportunidades y mantener la esencia que las define.
¿Es la diversificación entonces una vía más para escalar un negocio o podría llevar a definir la supervivencia? Estamos hablando de diversificar como palanca de crecimiento y de innovación constante, pero hay ejemplos de cómo la diversificación ha supuesto la supervivencia o el fracaso estrepitoso de una compañía. Gran ejemplo de éxito es Amazon, que comenzó como una librería online y, con el tiempo, ha diversificado su oferta hacia múltiples negocios. Uno de los más significativos es Amazon Web Services (AWS), la división de servicios en la nube. AWS no solo se ha convertido en un pilar fundamental para la empresa, sino que ha llegado a superar en beneficios al negocio minorista. Por otro lado, Netflix es un ejemplo de empresa que supo diversificarse a tiempo. Nació como un servicio de alquiler de DVD por correo, pero al detectar las oportunidades del streaming, cambió su modelo de negocio y se convirtió en un referente mundial del entretenimiento. Si Netflix no hubiese tomado esa decisión en el momento adecuado, probablemente habría quedado relegada a la irrelevancia, al igual que su antiguo competidor, Blockbuster, que no supo adaptarse a los cambios del mercado y terminó desapareciendo.
Un caso clásico es el de Nokia, que fue líder absoluto en el mercado de móviles, pero no diversificó ni se adaptó al ecosistema de los smartphones a tiempo. De forma similar, Kodak se quedó estancada en la fotografía analógica, perdiendo la oportunidad de liderar el cambio hacia la era digital. En ambos casos, no diversificar a tiempo significó la pérdida de liderazgo y una caída casi total del negocio.
En nuestra experiencia, nosotras vivimos una empresa que fue diversificando a lo largo de los años con mayor o menor éxito según el proyecto. Llegó un momento muy decisivo como fue el COVID para una empresa de movilidad de personas y uno de los pulmones fue precisamente la liquidez de una desinversión de uno de los negocios de diversificación. ¿Crecimiento o supervivencia? Además en ese mismo momento lanzamos un nuevo servicio en tiempo récord, en un mes y en 8 países, ya que teníamos el conocimiento y la experiencia para hacerlo. A día de hoy sigue funcionando como parte de la diversificación de la scale up.
La diversificación suele ser indicativo de empresa que tiene un negocio principal estable y sólido, es una empresa innovadora y tiene ganas de estar en constante evolución. Es una compañía que apuesta y arriesga sabiendo que un proyecto puede ser un fracaso pero otro puede determinar la supervivencia de la compañía por adaptarse a tiempo a la evolución del mercado.